Ecos del Santo Reino se crea con la única intención de darme a conocer, solo pretendo poner una pincelada más al patrimonio literario de mi querida tierra Jienense.
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domingo, 26 de febrero de 2017

El Pilar del Arrabalejo




Cuando la tarde oscurece
y todo queda en silencio,
sopla una suave brisa
ante el pilar del Arrabalejo.

El viento lo viste de primavera,
y la luna se mira en su relente,
donde dos brazos llenan la fuente,
de agua clara y trasparente.

Y una niña se posa sonriente
en su fría piedra centenaria,
donde el reflejo claro y cristalino,
colmando su alma de esperanza.

En su corriente el agua se lleva
el reflejo de la luna y el sol,
y sola se queda la pétrea,
en su fuente de dicha y amor.

Y la noche le trae esplendor
bajo un silencio inseparable
que hace su fondo interminable
donde el pilar esconde su pasado.

Inmemorial




Llorando está mi tierra,
con tristeza y melancolía,
llora y gime la guitarra,
por la muerte de Paco de Lucia.

Llora el viento que acaricia,
su silueta y su perfil,
clama al día, la noche,
con lágrimas y un sentir.

Llora el cielo estrellado,
y la aurora muy boreal,
qué triste queda la alborada,
la cuerda, el traste y la madruga.

Llorando esta la seguiriya,
viuda se queda la soleà,
los tientos se quedan huérfanos,
y la petenera se queda estasiá

Llorando esta la milonga
y el silencio en silencio está,
cuando el flamenco está de luto
y la guitarra muy desolà.

Llorando está el infinito
el coro, el eco y la flor,
llorando está la cejilla,
y por llorar, llora el mismísimo Dios.



sábado, 25 de febrero de 2017

Plaza de la Magdalena






Gime entre estrellas la guitarra...
con un regusto a palmas y cantar,
que revoletean entre dedos las cuerdas 
acariciando “Reyes”, el arábigo español.

Reflejos de luna y plata
sobre las sombras del olvido,
que guarda su noble leyenda
con aires de pena y dolor.

Recuerdo con expectante anhelo
como sopla el viento de Jaén,
que hace mella en la bella Magdalena,
dejándola repleta de soledad.

Y en el embrujo de su plaza
un llanto se esconde herido,
al que jamás el destino
borrara algún día su nombre.

Llora la seguidilla en el “Hueco”,
con sentimientos y esperanza,
que busca el duende entre barriles,
de roble noble, y vino viejo.

Así es mi plaza, pura raza,
cristiana, moruna y gitana,
quien pudiera de nuevo en ella florecer
como florece hoy la flor del almendro.