Ecos del Santo Reino se crea con la única intención de darme a conocer, solo pretendo poner una pincelada más al patrimonio literario de mi querida tierra Jienense.
Las imágenes que uso en este blog son tomadas de Google, en caso de que alguien se sienta invadido por favor hágamelo saber que serán retiradas de inmediato.




martes, 22 de agosto de 2017

Cosas cotidianas


Que no hay nada nuevo bajo el Sol, os lo digo yo y si no, ver cuántas veces os han ocurrido las cosas que ahora os cuento:
-Yo tampoco sabía qué hacer con el color blanco de los lápices de colores...
-Odio que me despierten preguntando si estoy dormido.
-Yo también he tirado de la puerta cuando ponía claramente "empujar"....
-Yo también he utilizado alguna vez el móvil como linterna.
-Saco el móvil, miro la hora, lo guardo, ni idea de qué hora es!
-Pidas lo que pidas, el peluquero siempre hace lo que le sale de las narices.
-Yo también dije "trae, que tú no sabes!!" y yo tampoco supe.
-El dinero no da la felicidad, pero yo prefiero viajar en un Ferrari...
-Yo también canto las canciones en inglés como me da la gana!!
-Por qué viene una tía del futuro a explicarme cómo funciona la lejía???
-Mi madre también me decía "como vaya yo y lo encuentre..." ¡¡COÑO, y lo encontraba!¡
-Me acabo de enterar de que SUGUS es capicúa.
-Mi madre también decía: "esta es la primera vez que me siento en todo el día!" ahora lo digo yo.
-Yo también de pequeño decía "inglish pitinglish".
-Siempre quise subirme a un taxi y gritar: "siga a ese coche!".
-Señoras que dicen ''Niño, pásame eso, que está ahí, encima de aquello''.
-Mama hazme algo para comer. - ¿Por qué no te lo haces tú? - Da igual no tengo hambre.
-Para los que cuando tocamos timbre y preguntan ¿quién es? decimos "YO"!!.
-Yo nunca he terminado una goma de borrar, antes se me perdían.
-Tampoco he visto nunca una paloma pequeña ¿nacen ya grandes?.
-Ojalá tuviera por la noche el sueño que tengo por la mañana.
-A mí también me dijo que le salió fatal el examen y sacó un 10.
-Yo también me quedé aislado porque mi madre fregó el suelo.
-Mi cuarto se desordenaba solo...
-¿ABRE FÁCIL? Los cojones!!
-Los cortes de digestión no existen: Es una leyenda urbana de los padres..
-Me he muerto 19.985.322.486 veces por no haber reenviado cadenas de e-mails.
-Yo también aprieto más fuerte el botón del mando cuando se gastan las pilas.
-Yo también digo NADA cuando me pasa ALGO.
-Le digo a un amigo que mire DISIMULADAMENTE, y nunca mira disimuladamente.
-A mí también me han mandado callar mis padres cuando veían que tenía razón!
-Es mejor conversar en clases que en el recreo.
-Siempre se me cae un calcetín cuando llevo un montón de ropa a la lavadora!
¿Es verdad o no que también os ha ocurrido?, estoy convencido que más del 95 % de las cosas que os he contado os han sucedido y es que ¡NO HAY NADA NUEVO BAJO EL SOL!

Murio Pablo


Siempre recordaré las historias que Pablo me contaba en tardes apacibles, allí, en esas lomas abismales donde trascurrió su vida y parte de la vida de mi padre. Allí donde fundiendo sus manos ajadas en la tierra y a pleno sol de mediodía elevaba sus ojos en un avemaría silenciosa. Sin pensarlo atrás, deja una familia que cuando lo teníamos entre nosotros lo tratábamos como ...si fuese nuestro propio abuelo, una familia con el rictus de sorpresa, con una mueca de dolor y mil lágrimas. Lágrimas por él, porque se dejó querer por nosotros, el hombre de la gorrilla y los pantalones caídos, el hombre de la sonrisa sincera.
Apenas se despidió. Se marchó rápido, casi sin avisar, sin protocolos, sin un suspiro, de puntillas y sin hacer ruido. Así era él. Un espíritu libre y como tal se fue.
Pablo era un hombre recio que amaba el trabajo como si estuviera pegado a su piel y a su alma y era también infinitamente tierno cuando hablaba de su familia y sus compañeros de trabajo entre ellos mi padre, amigo inseparable de su infancia, los dos aprendieron juntos a leer o mal leer y a escribir y a rezar en las tardes de tormenta.
Pablo vio florecer la tierra y también vio crecer a sus hermanos y los vio partir, vio partir a sus padres, la mula y todo ser viviente que había alrededor del cortijo y cuando la noche llegaba y las sombras se hacían difusas se quedó muy solo, se vino abajo al darse cuenta que el trabajo era muy pesado para sus fuerzas y emprendió el camino del abandono, lo último fue la muerte de su perro Lucero que lo dejó más solo que la una, según él.
Un día me contó Pablo, que en la guerra teniendo unos diez años bajó a la rebusca con mi padre y uno de mis tíos, no recuerda cual y se encontraron con un hombre muerto de un tiro y abandonado en una cuneta, se pararon un rato a mirarlo y remirarlo a ver si lo reconocían y viendo que no mi tío les dijo:
-Vámonos corriendo que viene un camión.
Se escondieron entre los olivos y mi tío les hizo prometer ante una estampa del Nazareno que pasase lo que pasase ellos no habían visto nada, que sino vendrán a por nosotros y nos pasaría lo mismo, que nos montarían en un camión como el que acaba de pasar, pero gracias a Dios todo aquello acabó y por fin llegó una mañana en la que mi padre me despertó a gritos:
–“Se acabó…la guerra se acabó”
Aquel día fue una fiesta en el cortijo, el señorito nos invitó a comer a todos los que trabajábamos en la finca, desde allí veíamos como en Jaén tiraban los cohetes como en los añorados tiempos de Feria y procesiones. Y empezó a llenarse las cortijadas de gente que regresaban del frente, otros aparecían de no se sabe bien donde, algunos eran detenidos, había llantos, risas, y hambre, mucha hambre.
Atrás quedaban montones de recuerdos, recuerdos vividos en los cortijos el Verdejo, el Marques, las Monjas, los Niños y la famosa cortijada de Cuevas, fincas que recorrió palmo a palmo y a las que le sacó cada cosecha, su horizonte del que aprendió las lluvias y las sequias, cada amanecer y cada ocaso.
Y como en las tardes calurosas, cuando el sudor surcaba su frente y anhelaba la hora de la siesta, un día cerro sus ojos y se entregó a un merecido descanso y se fue, así de una forma tranquila.
Pablo deja recuerdos de un hombre justo, fiel a los suyos y a sus ideales. Un hombre que se vistió con el traje de la honradez y del que nunca hizo mal a nadie. Todo el que diga o sienta lo contrario, vivirá siempre en la angustia de la mentira.
La muerte da siempre la última carcajada. Una carcajada cruel e intensa que borra de un zarpazo cualquier amago de sonrisa, cualquier intento de esperanza.
Aquel día, le di un último adiós a nuestro amigo Pablo al que incineraron no se bien porque, si él siempre decía que cuando se muriesen que no lo quemasen que bastante quemado estaba en vida como para que lo quemasen en la muerte, bueno quizás fuese su última voluntad. Aquel día hacía frío mucho frío, en la calle chispeaba y el aire estaba saturado de dolor, mucho dolor.

Nuestros mayores.


Los que vamos entrando en los sesenta y los que lo superan, deben de entender que entran o entramos en una etapa más en la vida y debe asumirse con la misma tranquilidad con la que se asume la infancia, la adolescencia, la juventud, la madurez, cada una con sus respectivas dificultades.
Hoy, es muy común ver a personas de más de 80 años muy activas, llenas de ilusión y de ganas d...e vivir aún más tiempo y aprovecharlo mejor. Tienen inquietudes culturales, sociales, tecnológicas y hasta deportivas y, por qué no, afectivas también, personalmente conozco un caso de un amigo de setenta y tantos años que está en la Universidad de Jaén queriendo sacarle aún más jugo a la sabiduría con la que cuenta, nunca se deja de aprender ya que el saber no ocupa lugar, bravo por mi amigo Vicente.
Creo que lo que no podemos es permitir que después de que una persona lleve trabajando cuarenta y pico de años por cualquier situación económica o social difícil y cambiante, nuestros mayores vean restringidos sus derechos, garantías y libertades.
Todos absolutamente todos conocemos dentro de nuestra familia, amigos y vecinos, a personas mayores, es decir, personas de 65 años de edad en adelante. Los que todavía no somos personas mayores o de la tercera edad, ya quisiéramos tener asegurado que llegaremos a serlo. Por eso, el simple hecho de ser una persona mayor, ya es un privilegio que constata más tiempo de vida, con el consecuente cúmulo de experiencias y de sabiduría que supone vivir más.

Dos corazones



Se robaron el corazón
ante la alegre mañana,
y al sonar de la campana...
abierta dejaron la ventana.

Con sus risas, él la vio
Y ella sus ojos ocultaba,
ocultaba su inmensa alegría
en su alcoba solitaria.

Bendito barrio, mi barrio
bendita Plaza de la Magdalena,
Y bendita casona vieja
donde mi madre fue mozuela.

Y el agua se iba riendo
de aquel nene y la nena,
que se miraban como bobos
desde enero a noche buena.

Heridos los dos quedaron
cuando con los ojos se quisieron,
y en el pilar de su barrio,
agua de amor bebieron.

Se robaron el corazón
en el pilar de la Magdalena,
cuando él era un nene
y ella una nena.

Groucho Marx.


Anoche estuve viendo algunas películas de los Hermanos Marx, y entre los diálogos se mezclan la picaresca, el disparate y la crítica, lo que hace que las películas de estos tipos sean un continuo recital de chistes. Os cuento algunas escenas de esas películas:
El camarero pregunta a Groucho Marx.
-¡Qué! ¿Les ha gustado el menú?
-Sí, señor, ha sido una comida estupenda. Ahora tráiganos un buen ci...garro puro, prepare la cuenta y llame a la policía.
En el hotel de los líos.
-¿Qué va a tomar el señor?
- Una copa de coñac.
-Aquí tiene.
-Perdone, ¿me la podría cambiar por un café sólo?
-Faltaría más. Aquí tiene.
(Se lo toma y se va hacia la puerta)
-Oiga, que no me ha pagado el café.
-Es que se lo cambié por la copa de coñac.
-Es que tampoco me ha pagado la copa de coñac.
-Es que no me la he tomado.
Una noche en Casa Blanca.
-Buenos días, ¿qué le pongo al señor?
-Al señor, le pones dos velas en cuanto pueda.
-Perdón, quiero decir, ¿que qué desea?
-¿Yo? Ser rico, famoso y vivir como Onassis.
-No, no, perdone, ¿quiero decir que qué desea Vd.?
-Pues yo deseo a aquella rubia de la esquina, un ferrari y mucho, pero que mucho dinero.
-No, ¿que qué desea Vd. tomar?
-Unas vacaciones en Acapulco, ¿me entiendes?
-¿Que qué desea Vd. tomar de beber?
-¡Ah! Un vaso de agua que estoy seco.
-Por un vaso de agua no se puede ocupar una mesa.
-Pues, tráigame 10 o 12.
-Aquí no podemos poner agua. ¿Dígame qué va a tomar?
- Un café con leche, ¿qué me costaría?
- 50 centavos.
-¿Y el azúcar?
-El azúcar, nada, se la regalamos.
-Pues, tráigame 2 kilos.
-No me tome más el pelo y dígame que va tomar.
-Pues, el sol.
-Para estar aquí hay que pedir algo.
-¿Me das un cigarrito?
-Mire señor, se me está acabando la paciencia, ¿dígame lo que va a ser?
-Yo ingeniero, sólo me quedan dos asignaturas.
-Quiero decir, ¿que qué desea?
-Que me toque la primitiva y acabar la carrera.
-Si no va a utilizar nuestros servicios, por favor, márchese de aquí.
- Ahora que ha dicho lo de los servicios, dígame dónde están que me ha entrado un dolor de barriga que no me aguanto.

Recordando a Pablo


Hace aproximadamente un año que Pablo murió y no se me va de la cabeza, muchas veces siento la necesidad de hablar con él y que él me cuente cosas de aquellos tiempos, de aquellos cortijos y aquellas vivencias las cuales siempre las contaba con su peculiar lágrima en su ojo.
El último año de su vida envejeció muy rápidamente, caminaba lentamente, apoyado en su bastón cuando bajábamos al cortijo sus arrugas parecía que tenía la misma antigüedad que las piedras gastadas que pisábamos. El pelo cano, cubierto por su viejo sombrero negro, del mismo color que la roída chaqueta la cual jamás consintió que se la cambiásemos por otra nueva. Las manos ásperas, llenas de callos, escritas de infinidad de cicatrices, producto de una larga vida de empuñar otro astil de madera, no el que ultimadamente era su apoyo fiel. Su cuerpo era enjuto, pero fibroso, a un quedaba el recuerdo de su vigorosa juventud, era como la imagen de su querido cortijo el cual desde la loma más alta se distinguía perfectamente nuestro querido Jaén.
Pablo siempre estaba filosofando y cuando lo llevaba al cortijo era una enciclopedia hablante:
-Cómo cambian los tiempos Miguelillo, como cambian, en casa nunca tuvimos luz, ni nevera, ni televisión.
- Si supieras los días que pasé aislado en este lugar, sin más compañía que un buen fuego, mi perro y mis recuerdos.
- Si supieran las semanas y semanas que tuve que comer el pan duro mojado en leche y tener que acostarme cuando la noche comenzaba a caer en invierno.
Pablo se sentó, apoyando su dolorida espalda contra la desconchada y rugosa pared de su casa, cerró los ojos y haciendo balance de todo lo que había vivido a lo largo de sus noventa y algunos años me dijo.
- Es cierto que he tenido carencias, pero creo que nadie habrá sido tan feliz como yo, cuanto ha cambiado la vida Miguelillo.
Recuerdo que en aquel momento el viento caprichoso y juguetón se arremolinó cerca de Pablo y como si fuese una hoja le arrebató su sombrero y lo revoló como si fuese una cometa.
-Corre Miguelillo que no se pierda que es el que me trajo tu padre de Alemania.
Esta frase la decía casi a diario, coda vez que se ponía el sombrero en mi presencia me recordaba el dicho, pobre hombre.
En fin, hoy decidí subir solo al cortijo y a lo lejos pude distinguir a un hombre de cierta edad que bajaba por el camino montado en su burro con su perro, por un momento pensé ver a Pablo o sería Pablo, el corazón se me aceleró y el cuerpo me dio un vuelco cuando pasó a mi altura el hombre del borriquillo me dio los buenos días con un “Dios os guarde” el perrillo se limitó a ladrarme, el hombre dando media vuelta dijo, calla” Lucero” mientras aquellas tres figura se fueron perdiendo del paisaje, se difuminaron y mimetizaron como si fuesen parte del cuadro al que yo solo estaba mirando.
Cuanta soledad y cuanto aislamiento en todo aquel entorno, pero lo más triste lo más doloroso era el abandono tan tremendo que quedaba en los cortijos de aquel entorno donde Pablo y mi padre fueron niños y mozuelos como él le decía a la juventud.
Hoy me sentí a gusto, fue un día tan especial como todos los pasados, como todos los que pasé al lado de éste grandísimo hombre que cada día que le regalaba la vida le hacia una muesca de existencia a la madera de su viejo bastón.

lunes, 21 de agosto de 2017

La boda




Tu familia está contenta
llevan días festejando,
por fin te casas Candela
con tu primo Fernando.

Entre los trigales te vi
y me subieron los colores,
jamás pensé el verte
entre dos amores.

El sol te estaba mirando
y tú mirabas al segador,
que se refrescaba en el pozo
de tus labios, de tu amor.

Habéis lanzado campanas
y todos saben que te casas,
y tu madre será la madrina
de la espada que me clavas.

Sonando están las campanas
y los gitanos festejando,
que mañana se casa Candela
con su primo Fernando.

Y yo me quedo con mi hoz
entre los trigos segando,
bebiendo en el pozo
de la tristeza y desencanto.

Saeta



Homenaje en el primer aniversario de su muerte


Sobre una estrecha cancela
donde más se estrecha la calle,
para no perderse detalle,
temblando como llama de candela.

De lejos, ella, lo ve como viene,
sobre suelo de rojo clavel sembrado,
pecho sufriendo, a un latido agarrado
esperando el momento más solemne.

Mas la claridad de repente despierta
cuando su voz se posa sobre su cruz,
quedando el silencio, para la saeta.

Alza tu voz, como rayo de luz,
Rosario, hija del “Abuelo Jesús”,
saetera de mi pueblo Andaluz.

A Manuel Rodríguez “Manolete”






Suspira la plaza y el viento
Con nervios de pura cepa,
Y el sol templa la mirada...
De un toro llamado “Islero”.

De llanto y suspiros la tarde,
Cuando ronco suena el clarín,
Y en el patio velas encendidas,
Adornadas con rojos claveles.

El albero rezuma embrujo
Cuando replican los timbales,
Dando paso al arte a raudales,
Seda y oro en la plaza de Linares.

Se derrocha fragancia en el ruedo
Entre templadas verónicas,
Y un remate muy maestro
Achicando, a un miura muy astado.

Llora la luna desconsolada,
Y Linares se viste de duelo,
Llora el mantón de manila,
Que cubre al triste torero.

Llora la plaza del potro,
Y los arcos de la mezquita,
Llora la ciudad del califa,
Y Linares, hay mi triste Linares.