El médico me redujo la ración del pan.
Los que endurecimos las encías, y probamos la fortaleza de nuestros dientes de leche mordiendo cortezas de pan; y caminamos detrás de nuestra madre, a la salida de la panadería, pidiendo un pellizquito y otro del pan que ella había comprado.
Los que saciamos nuestra hambre con un cacho pan o una rebanada, a veces espolvoreada de azúcar o con un chorreón de aceite y una onza de chocolate y algunas veces un chorreón de leche condesada.
Los que aprendimos a venerar el pan, recogiendo el trozo que se nos caía al suelo, soplándolo y besándolo como algo sagrado, pan bendito decíamos, antes de llevarlo a la boca. Y amontonábamos las migas que iban cayendo en nuestro regazo, mientras lo mordíamos, y las recogíamos en el cuenco de la mano y las estampábamos sobre nuestra boca abierta.
Los que a veces hemos matado el hambre de esta manera... no dejamos de mirar el pan con gratitud y de considerarlo el más noble de los alimentos.
También para mí el pan es sagrado y jamás tiro nada, si me sobra un trozo lo guardo para el día siguiente,no me importa comer pan duro o congelado y las migas se las echo a los pájaros que vienen a mi terraza.El pan con chocolate era un auténtico manjar al igual que con mantequilla y azucar o sobreasada y no digamos nada de lo bueno que era una tortilla francesa en un bocadillo.Saludos
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