Ecos del Santo Reino se crea con la única intención de darme a conocer, solo pretendo poner una pincelada más al patrimonio literario de mi querida tierra Jienense.
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viernes, 25 de junio de 2021

Don Gonzalo

 


Sentado en su butaca preferida de la residencia, Pablo relataba aquella tarde de sábado sus vivencias en los cortijos a modo de cuentos, aunque de cuentos aquello tenía muy poco.
Contaba Pablo que en el cortijo donde él se crío había un jornalero al que llamaban Pepón, el pobre estaba retrasado y le daban ataques epilépticos, según le contaron a Pablo aquel harapiento hombre había llegado al cortijo Dios sabe desde donde, el pobre hombre ni siquiera sabía el dónde había nacido.
Le contaron que llego a la cortijada llevando un hatillo al hombro y pidiendo trabajo, el patrón, don Gonzalo viendo su deficiencia se aprovechó del pobre harapiento, lo coloco limpiando las cuadras del cortijo simplemente por la manutención y un techo para vivir.
Seguía contando Pablo que desde que el pobre hombre llegó, nunca había recibido un buen trato, solamente había recibido malas caras y malas palabras por parte de don Gonzalo, insultos que dolían más que los golpes, y a consecuencia del mal trato aquel hombre comenzó a odiar y mirar mal a don Gonzalo, que dándose cuenta de las miradas cada vez que se emborrachaba llegaba a la vieja barraca donde vivía Pepón, lo amarraba de pies y manos a una silla y lo abofeteaba gritándole, vamos mírame como tú sabes y lo volvía a bofetear hasta que el pobre perdía el conocimiento.
Pablo cambio su tono de voz y comenzó a relatar un hecho que marco al patrón para toda la vida, aquella tarde infernal de invierno Don Gonzalo había salido a una de sus correrías, se había llevado la mejor yegua de la cuadra a sabiendas que aquella yegua estaba perdiendo la vista, Pepón aquel día se había olido la situación de que el patrón volvería borracho y la emprendería con él a golpes.
Pepón aquella tarde noche de invierno se había cobijado en una cueva que había a las afueras de aquella maldita cortijada, a su regreso una tremenda tormenta le cogió a don Gonzalo por el camino, los rayos y relámpagos cegaban aún más a la yegua que se sabía el camino con los ojos cerrados, instinto animar recalco Pablo.
Según Pablo las fuertes aguas habían arrasado el viejo puente de madera que unía el camino y la desviación a la cortijada, Pepón que se había dado cuenta y al verlo pasar intento llamarle la atención, cosa que no fue posible por la velocidad de la yegua que no pudo frenar cayendo jinete y yegua a las turbulentas aguas del rio.
La yegua se defendió nadando y don Gonzalo borracho agonizaba en medio de las aguas del rio y su moribundo cuerpo ya no aguantaba más y empapado en sangre y agua pedía auxilio, Pepón después de rescatar a la yegua lo auxilio desde la orilla, inútilmente don Gonzalo trato de levantarse y sostenerse contra un árbol, pero sus heridas y borrachera no le ayudaban, calló al suelo en medio del barro, intento gritar, pero fue en vano ya no le quedaban fuerzas, en aquellos momentos en que la muerte estaba más cerca que la vida, el patrón sintió que dos manos rodeaban su cintura y lo cargaban a lomos de su propia yegua.
Una ver recuperado don Gonzalo y quedando invalido a consecuencias del incidente, Pablo nos dijo a los allí presentes que Pepón le confeso a don Gonzalo que le aviso de lo del puente, no por él, sino por la yegua a la que le tenía más cariño y respeto que a él.
Pepón a pesar de su confesión y del odio que le tena a Don Gonzalo permaneció en la cortijada al cuidado de su señor hasta que falleció, los herederos vendieron aquella cortijada y Pepón pasó desde aquella finca a una residencia, en aquellos tiempos hospicio.

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