Cuentan que entrada la noche se acercaba un joven y apuesto a la fuente del Conde de Torralva donde a diario lo esperaba una bella doncella, para escuchar las dulces melodías que el le cantaba a media voz, algunos aseguraban que era el espíritu del mismísimo Conde, cautivado por aquella doncella, cual belleza resaltaba al mirarse en el raudal de agua procedente del manantial del Alamillo.
Otros contaban no muy lejos de la realidad que quien se acercaba a la fuente era un joven que vivía por los limites próximos a Jaén, y para encontrase con su amada lo hacía en aquel abrevadero muy cerca del convento de la Merced.
Cierta noche invernal el cielo se cubrió de nubes amenazantes y el lugar lo envolvía la oscuridad de una noche sin luna, una noche en el que el viento soplaba furioso como jamás soplo en Jaén, una noche fatídica donde aquella dama empujada por el viento de Jabalcuz, cayó al abrevadero con tan mala fortuna que golpeándose en la cabeza perdió la vida. El joven al llegar se encontró con el fatal desenlace y siendo acusado por varios vecinos se dio a la fuga, dando a pensar que fue él, el asesino de la joven doncella.
Aquel echo le impulsó a
adentrarse en la sierra, se introdujo en el mundo de la delincuencia al unirse
a un grupo de bandoleros armado con navajas, que extendían el terror por un
centenar de pueblo, secuaces que entregaban sus vidas al asalto de carruajes y
diligencias las que cruzaban las sierras dirección a Granada.
Pasado un tiempo el joven
viendo que aquello del bandolerismo no era lo suyo, decidió abandonar y
regresar a la capital para entregarse a las autoridades para que hiciesen con
él lo que fuese necesario.
El joven al ser cristiano y encontrándose
con la Iglesia de la Merced abierta decidió entrar en ella, la oscuridad
envolvía el templo mientras en una de las capillas del fondo lucias docenas de
velas aquello le llamo la atención y arrimándose pudo comprobar como una Imagen
lo atraía hacía el, Tomas se inclinó y humillándose le pidió perdón y
clemencia, perdón por las fechorías que estava haciendo, y clemencia por huir y
no dar la cara cuando su amada perdió la vida.
El joven a hurtadillas, noches
tras noche subía al campanario para observar el abrevadero donde los dias de
luna llena se reflejaba la silueta de su bella amada, mientras él lloraba desde
allí la muerte de su amada dama.
Bonita y triste leyenda.Saludos
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