Sus ojos son manantiales
que brillan a contraluz,
reflejando en la misma cruz,
los lamento de sus dolores.
Su cara es la humildad,
la trasparencia del dolor,
que muere dando amor
al pie de tanta bondad.
Transida la mira el lucero
cobijando tanta pureza,
que agoniza en la tristeza,
de los clavos y la pobreza.
Y llorando Ella suspira,
entre lágrimas navegando,
y el corazón palpitando
en excelsa ternura.
Su cara es el claro reflejo,
de sus labios suplicantes,
y esos ojos reflejantes
de una humildad desbordante.
Y con Ella, llora en silencio,
el barrio que la cobija,
bajo una luna hoy callada,
que se siente como Ella, desdichada.
Miguel de la Torre Padilla.
Preciooso y sentido poema de esa <virgen que llora por la muerte de su Hijo.Saludos
ResponderEliminarBuenas noches Charo, mil gracias por pasarte por mi blog y dejar tu grata impresión, un abrazo desde Jaén
EliminarSaludos a la distancia...paso a leerte después de tanto tiempo. Cuidate.
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