¡Cuánto echo de menos al amigo Pablo!, parece que lo estoy viendo con su
caminar, con su paso firme. Nunca le
sobraban las palabras. Era un hombre introvertido, agarrado a sus pensamientos,
absorto en los recuerdos que le habían ido dejando una vida larga y llena de
dificultades.
Recuerdo que un sábado por la tarde bajé a la residencia y lo encontré en los
jardines sentado, todo emocionado escuchando una corrida de toros por el
transistor. Lo acompañaban sus recuerdos y el humo del tabaco. El cigarrillo
formaba parte de su personalidad como un trozo de su cuerpo, estaba tan hecho a
él que tenía un surco entre los dedos y una mueca en los labios. Fumó desde que
era un niño, sin tregua, con esa clase
de eternos fumadores que tenían los hombres de antaño y como tal nunca se miró
a un espejo:
-Pablo, ¿qué haces?
-Aquí, toreando.
-Toreando.
-Si toreando, yo es que toreo con la vista.
-¿Sabes Miguelillo, que el tío Pablete, mi padrino, era
torerillo? Se dedicaba a ir por los pueblos dando novilladas, mi madre decía
que era el más rebelde, el más rojillo
de la familia. aun andará en alguna cuneta enterrado, él
quiso continuar la guerra con la guerrilla. No sé si por amor de hermana, pero
mi madre siempre nos dijo que era el más
guapo de todos mis tíos.
-Su buen porte de joven le valió en Jaén el apodo del
"Chulapo" porque después de torear en un pueblo de Madrid llegó a
Jaén vestido con un impecable traje de
chaqueta y un envidiable aspecto. ¡Menudo era mi tío!, tenía alteradas a todas
las mozas.
-¿Entonces no supisteis nada más de él?
-Que vaaaa, mi madre preguntó, y le comentaron que lo
pillaron y lo fusilaron.
-¡Madre mía, que dura fue
la guerra!
-Escucha lo que te voy a decir Miguelillo, teniendo yo
unos diez o doce años estábamos al comienzo de la guerra y mi padre, a pesar de sus ideas,
decidió no ir a luchar por voluntad propia pero al mismo tiempo fue obligado a
luchar con el bando republicano.
-Contaba mi padre que el día a día era muy duro, que la
gente vivía con miedo, con inseguridad, que parecían nómadas, que se escondían
en las cuevas del castillo y eso no era vivir. Los campos no daban cosechas y
la poca que había se la llevaban los soldados, una vez los nacionales y otras
los republicanos y él se veía obligado a robar en las huertas colindantes.
-Ese año por Navidad
fuimos a ver al “duende” el que estaba escondido en el sótano de la
Eufrasia y me dijo que él conoció a
Franco, decía que tampoco era tan malo
como lo pintaban, que tenía sus propias ideas, que era de mente cerrada,
cazurro y muy de lo suyo, también decía que fue muy cabrón al bombardear Jaén, aquel día decidió desertar.
-Aquella noche del 24 de
Diciembre fue demasiado larga y
fría, casi toda la familia cenemos en
casa de la tía Eufrasia. Tu padre y yo, que
éramos los más pequeños, nos fuimos a la
cama , después de la cena. A pesar de estar en guerra y haber tanta hambre, no
sé de dónde sacaron un “choto”, tus abuelos lo cocinaron en el cortijo, para
que no oliese y los vecinos no le diesen a la lengua.
-Después de la cena, los hombres decidieron salir a tomar
unas copas por la Magdalena y el “duende” se empeñó en irse con ellos: con mi padre, tu abuelo,
tu tío Juan de Dios y el tío Pedro, hermano de tu abuelo.
-La verdad que no se a la hora que vinieron los hombres,
pero me despertaron unos lamentos y un quejido, que nunca se me olvidará, di un
salto de la cama y tu padre ya estaba mirando por la ventana.
-¿Que pasa Ramón? shhhh, calla, calla, habla despacio.
-En aquellos momentos vimos una silueta que arrastraba los pies, como si llevaran una losa encima, no podían con su
alma, aquella silueta cayó al suelo en
la mismísima puerta de la casa y pidiendo auxilio. Y en voz baja pedían que le
ayudaran.
-En la sala baja de la casa se murmuraba que era el
“duende” el que pedía auxilio pero todos tenían miedo por si acaso era una
trampa y acababan todos en la cárcel.
-Miguelillo, en aquella casa, todos eran comunistas,
hasta las mujeres que tenían un par de cojones, ya que dos de tus tías estaban en la guerra. Eran tan angustiosos los quejidos que se
oían, que pudieron más que las consecuencias que pudiera tener, apagaron la luz
y muy despacio fueron abriendo la puerta de la calle y como a un metro de
distancia, delante de la casa, había un hombre tirado en el suelo. Tu abuelo
que era un borrico lo cogió de un puñado,
se lo echó al hombro y lo entró en la casa. Tenía la cara y el cuerpo
desfigurado, machacado por los golpes, estaba sangrando mucho. Como pudieron lo
bajaron al sótano donde él tenía su escondite y lo tumbaron en su cama, tu
abuela en aquel momento murmuró:
-Sacad a los chiquillos de aquí, que no vean estas cosas.
-¡déjalos –dijo mi
padre- y que vallan sabiendo lo que es la vida!
- Cuando le
quitaron la camisa parecía un santo cristo, tenía todo el cuerpo morado por los
golpes que le habían propinado con tanta
saña. El tío Pedro murmuró:
- Esto es cosa del tendero, esto es cosa del tendero, me
cago en “tos” sus calostros.
-Nosotros nos arrinconemos y los demás murmuraban de
venganzas y no sé de qué cosas más, entre todos lo lavaron y curaron y le
preguntaban que quien había sido. Él entre lenguas le decía que no sabía quién
eran, ni qué le había pasado, no se
acordaba de nada, solo repetía y volvía a repetir que había estado en la calle
Cruz Verde y que mañana vendrán a por todos vosotros.
-Aquella noche de navidad fue demasiado agitada, tu
abuelo se volvió a echar al duende al hombro y en la oscuridad de la noche todos los de la casa nos fuimos calle abajo
hasta llegar al Arrabalejo donde vivía un familiar de tu abuela Josefa,
imagínate aquel familiar era guardia de asalto y según tu abuelo tenia porque
callar.
-Aquella familia solo murmuraba en el lio que lo
estábamos metiendo.
-Rápidamente lo acostaron y lo dejaron descansar, al otro
día cuando despertó, estaba muy desorientado, no sabía dónde estaba, al
intentar levantarse, se mareó y cayó, poco a poco fue tomando conciencia de lo
que le había pasado y la abuela le dijo dónde estaba, y lo grave del suceso.
-Le volvió a curar las heridas, le dio un poco de sopa
caliente para que recuperase las fuerzas
ya que estaba muy débil, cuando
se había recuperado un poco,
comenzó a relatar lo sucedido, pero todo lo suyo era que quería abandonar el
país, que nuestras vidas corría peligro
si él estaba entre nosotros.
-Date cuenta Miguelillo, el “duende” era prófugo de los
Nacionales y lo buscaban como aguja en un pajar.
-En aquella casa estuvimos unos días escondidos, aquella
familia vivían sin preocupaciones y todo lo suyo era murmurar, en el lio que
los habíamos metido.
-Al cabo de unos días apareció tu abuelo con una bestia
lo cargó y lo bajaron al cortijo.
Vaya historia tan triste.No hay nada más cruel que una guerra, Dios quiera que la humanidad lo entienda y se dedique a planificar una paz que dure para siempre. Saludos y FELIZ AÑO NUEVO
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