Ramón se encontró como cada mañana con Luis.
Luis es amigo de Ramón desde la infancia, ellos vivían en el mismo barrio en la misma casa de vecinos, fueron a la misma escuela y por casualidad de las casualidades se casaron con dos hermanas, Ramón y Luis son cuñados, casi hermanos ya que sus madres eran primas.
-Que pasa Ramón- le pregunto Luis con rostro de preocupación.
-Nada nuevo, nada nuevo, le contentó secándose una lágrima Ramón.
-Te apetece que demos una vuelta hasta la Alameda y echemos un chatillo mientras me cuentas, le dijo Luis intentando levantarle el ánimo, ya que Ramón cada día estaba más apagado y deprimido.
Los dos muy despacito tomaron rumbo a la Alameda. Para ninguno de los dos existían ya las prisas, Luis estaba viudo y según él, ya no tenía que rendir cuentas a nadie, Ramon estaba más solo que la una, ya que sus hijos estaban casados y su mujer enferma en una residencia y algunos días comía con Luis y otros ni comía.
Apretándose las manos, Luis le pregunto, - bajaste ayer a ver a Isabel.
-Si que bajé, Luis, ayer hacía cincuenta años que nos casamos y bajé con mi hijo Pedro mi nuera y los niños, le llevé un ramo de rosas que ni siquiera las miró.
- Y ¿qué tal la encontraste?
-Pues, ya sabes, Isabel cada día está peor, está postrada en cama consumiéndose poco a poco y apenas reconoce a nadie, disparata constantemente. Fíjate, ayer delante de los niños ella se empeñó con que su hermano estaba allí, y mirando al vacío y con la vista desencajada, diciéndonos: “¡Ahí! ¿no lo ven? ¡ahí esta Manolo! ¡hermano, qué alegría verte!”, luego sonreía tiernamente mirando a uno de nuestros nietos creyendo ver a nuestros hijos, al más pequeño, muerto de pulmonía cuando apenas tenía dos o tres años.
Menuda situación la que pasamos delante de los niños, y mira que a ellos le hemos explicado lo de la abuela, ellos buenos entendedores la besan, en voz baja y suave le hablan, “abuela, abuelita, pero ella con su erre que erre, empeñada en que nuestra nuera era Laura, y quería que se fuese, hacía nada más que insultarla y reprocharle que no quería verla, que aquello que hizo de quitarle el novio no se hacía entre hermanas. Luego se empeñó en que nuestro hijo Pedro, era Rodolfo y no hacía nada más que preguntarle ¿con quién te casaste? Rodolfo, y ya ves mi hijo pequeño, Laura, Rodolfo su hermano todos hace mucho tiempo que murieron.
Conversando y caminando y llegaron a la tasca, se apoyaron sobre la barra y pidieron dos vinos, Ramon prosiguió contando:
-No es justo Luis, no es justo, me estoy volviendo loco y mi mujer se muere en una residencia sin saber quién somos, y lo peor es que tampoco sabe ella quién es. Tengo una impotencia y un dolor de ver a Isabel como se consume poco a poco.
Luis acabo la conversación con otra pregunta:
- ¿Y el medico que te ha dicho?
—Esta vez no me ha dicho nada.
Luis de un trago acabo el vino, miró a Ramon con cierta pena y le dijo, echamos otro chato.
Una historia muy triste y que se repite en demasiadas familias.Saludos
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