El sol derrama su fuego
haciendo la tarde muy larga,
que muere entre las tejas
y el pico de la, espadaña.
Imponente repica su campana
dejando las horas pasar,
y entre las grietas y rendijas
el sol quiere penetrar.
Los pájaros anidan en sus piedras
guardianes de tanto esplendor,
y la cal pinta de blanco
la capilla del discípulo de Dios.
La tarde muere en silencio
y la luna comienza a despuntar
dejando la sombra de la espadaña
en el aliento de esta ciudad.
Miguel de la Torre Padilla
Bonito poema.Saludos
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