Según contaba mi padre, cada mañana al despuntar de aquellos inviernos de los sesenta los grifos solo desprendían gotas escarchadas, el agua del pilón donde se lavaban los mineros, estaba echo una piedra y el frio de la mañana congelaba todo vestigio de vida, el crudo invierno alemán acrecentaba aún más la añoranza de su tierra, de su mujer y sus hijos. Mi padre contaba que la precariedad y la miseria que el campo daba en aquellos años, años que lo obligaron a la emigración ya que mi pobre madre hacia milagros con el mísero sueldo que a él y cientos de jornaleros les pagaban en aquellos cortijos donde los señoritos engordaban a costa de que los trabajadores perdían la salud día a día. Mi madre hacia magia en sus cacerolas y era tan sensitiva en alimentarnos que se olvidaba de llenar su plato ella se comía el fondo de la perola, si es que quedaba algo y pese a las miserias y necesidades, a mi madre se la veía siempre risueña y cantarina mientras se ocupada de sus trabajos y menesteres .Cada mañana, seguía contado mi padre, al levantarse ojeaba la foto que tenía en la mesita, la tomaba en sus manos, y uno a uno nos besaba, nos acariciaba y como si la foto fuese humanamente real, nos apretaba con fuerza sobre su pecho, entonces era cuando habría los ojos y veía la realidad, y la realidad era un pozo minero, repleto de sombras, tinieblas y miedos, muchos miedos a los cuales no se pueden contener las lagrimas ni ese nudo que ahoga en la garganta el cual no te deja decir ni una sola palabra mientras poco a poco iba dejando atrás la diáfana luz y adentrándose a la incertidumbre y peligro en cuerpo y alma, el aire cada metro era más escaso y le costaba respirar mientras que el corazón le latía como los redobles de un tambor en un patíbulo, día a día se enfrentaban, el y sus compañeros a la muerte. Mi padre siempre guardo en su pecho, aquella foto que a diario al levantarse besaba y apretaba contra si, en su reverso el grabó a puño y letra, su nombre el nuestro y la dirección, quizas por si algún día el derrumbe de la mina lo pillase en la décima galería donde a diario se jugaba la vida con cientos de mineros, algunos de Jaén como él.
DE alguna forma, la miseria o la pobreza nos toca. La crónica que pergeñas en relación con la estancia en el campo, y su padre echando lomo en una mina, y el riesgo inminente en la mina, mientras en una metáfora muy bella, "Mi madre hacia magia en sus cacerolas", es un hermoso texto memorial. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarTristísima historia la de tu padre y que vida tan dura la suya y la de sus seres queridos..Saludos
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