Ecos del Santo Reino se crea con la única intención de darme a conocer, solo pretendo poner una pincelada más al patrimonio literario de mi querida tierra Jienense.
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domingo, 9 de enero de 2022

La mona y el niño



Por las calles de Jaén correteaba un niño al que todos llamaban Miguelete. Este niño vivía en el barrio de la Magdalena, y era un niño que siempre estaba feliz, él siempre tenía una sonrisa entre sus labios.
Uno de los días que iba paseando, jugando, saltando, corriendo, cuando de repente se encontró con otros niños que apedreaban una de las pérgolas traseras de la catedral, precisamente la mona.
Miguelete se unió a los niños de la pedrea y en una de esas pasó uno de los municipales, que rápido les llamó la atención y atrapó a Miguelete al que cogiéndolo de una oreja le dijo:
-Ahora vas a saber lo que es bueno, te voy a llevar a tu casa para que tus padres te castiguen - a ver dime ¿Dónde vives?
Aquel niño todo temerario le dijo al municipal que vivía en las "Casas Baratas" de Santa Isabel.
El municipal al sentir lo de las "Casas Baratas" se lo pensó dos veces y dado la distancia tan tremenda que había desde la Catedral a Santa Isabel decidió entregarle el niño a un cura que pasaba por allí.
-¡Don Felipe, Don Felipe, haga el favor de coger a este pecador y llevarlo a su casa y les explica a sus padres que es uno de los granujas que apedrean la mona de la Catedral.
Don Felipe dirigiéndose al municipal le dijo:
-¿De que mona me habla usted?
El municipal dentro de su ignorancia y creencias le dijo señalando la pérgola.
-Ésta Don Felipe.
Don Felipe con una sonrisa irónica se dirigió a los dos, eso no es una mona:
-Mirar desde que tengo uso de razón los mayores siempre nos advertían a los pequeños que procuráramos no pasar por debajo de ese ser maléfico que observa a los niños desde su esquina. Y en mis años de mozuelo cuando pasábamos por esta calle no levantábamos la vista del suelo para no mirarlo y que no nos echase ninguna maldición.
-Pero eso son tonterías dijo el municipal.
-Claro que son tonterías le contestó Don Felipe.
Aprovechando que estaban libres las mesas del Bar Sanatorio, Don Felipe los invitó a sentarse y casi obligó al municipal a invitarle a un café.
-Mirad bien a lo que vosotros llamáis mona -dijo don Felipe sentado en aquella terraza.
Los dos quedaron fijos durante un rato y con una sonrisa Miguelete le dijo al cura, ¿no querrá usted que la mona nos eche una maldición?
Ni mucho menos, como voy yo a querer nada malo para un niño y un policía de nuestro ayuntamiento, yo lo que quería era saber lo que vuestros ojos ven.
Don Felipe dándole un sorbo al café les dijo, que por sus creencias seguía viendo algo malo en aquella figura que según los estudiosos le habían dicho que era un judío con su turbante y otros le habían comentado que era una “deidad”.
-¿Una que…? -le dijo el municipal.
Don Felipe le contestó que en ciertas épocas se le rindió culto o adoración, remató la conversación, esas cosas pasaron en tiempos de los Templarios.
Terminando su café y señalando a Miguelete le comento: Jamás vuelvas a apedrear a la mona y así evitarás que algo malo te pase.
- ¿Qué me va a pasar?- Respondió el niño.
Mira,- le dijo Don Felipe- hace bastantes años unos chavales, desafiaron las advertencias de sus mayores, aquello de no mirar la mona y se entretuvieron en apedrearla hasta que una de las piedras dio en la mismísima punta de la nariz dejando a la figura desfigurada, en aquel momento los tres se echaron a reír, pero Don Felipe rápidamente cambio su gesto diciendo:
-Ahora nos reímos, pero aquellos niños lo pasaron muy mal, tan mal que el de la pedrada en aquel momento cayó desmayado allí mismo y llevándolo a su casa aquel mismo día murió por la noche.
El municipal casi despidiéndose del cura le dijo:
-Esas cosas no se las cuente usted al niño, en el Ayuntamiento se dice que es una leyenda para que no se destroce aún más el zócalo gótico existente en esa zona de la Catedral.
Una vez que se fue el municipal el cura le dijo al niño, donde me dijiste que vivías, el niño con su eterna sonrisa le dijo:
-A usted no le dije nada, al municipal le dije que en las "Casas Baratas" porque estaba seguro que hasta allí no me llevaría.
Pues entonces donde vives, el niño haciendo una mueca con la boca le dijo, vivo en la Magdalena.
Poniéndose su sombrero Don Felipe le dijo:
-Entonces eres m feligrés, vámonos para el barrio que en cuanto lleguemos a la iglesia te tienes que confesar porque encima de revoltoso eres un poco mentiroso, y acabarás en el infierno como sigas por este camino, que por una herradura un caballero perdió su reino. Y tú perderás la gloria por una pedrada.
Llegados a la parroquia uno entro dentro del confesionario y el otro se arrodillo frente al cura
terminada la confesión aparte de veinte Padrenuestros al niño le cayó de penitencia hacer de monaguillo durante un año, a lo que Miguelete accedió a regañadientes a aquel tipo de chantaje parroquial.
Allí el niño aparte de abril la alacena donde se guardaba el vino, aprendió gracias a su empeño a repicar las campanas en todos los toques de oraciones, ensartar latinajos y recitar de carrerilla desde el "Magnificat al Staba Mater, desde el Introito al Ite Misa est, pasando por el Dies Irae funerario. Aquella experiencia de monaguillo duró hasta que Miguelete se colocó con catorce años en un taller de carpintería, llegando a ser oficial con tan solo dieciocho años.
Miguel de la Torre Padilla