Ecos del Santo Reino se crea con la única intención de darme a conocer, solo pretendo poner una pincelada más al patrimonio literario de mi querida tierra Jienense.
Las imágenes que uso en este blog son tomadas de Google, en caso de que alguien se sienta invadido por favor hágamelo saber que serán retiradas de inmediato.




miércoles, 17 de noviembre de 2021

El tesoro del alfarero

 



Dicen los vecinos más antiguos que a ellos les contaron que en la Magdalena a espaldas del convento de Santa Úrsula existían unas ruinas romanas con un acueducto y una vieja y lóbrega casa donde hacía muchos años vivía una familia de alfareros bastantes humildes, en el sótano de aquella casa existía un aljibe que lamentablemente lo poco que quedaba desapareció a finales de los años sesenta con la construcción de la calle Molino Condesa, que también dio al traste con la casa de los baños donde antiguamente se reunían las mujeres para lavar, aquella casa tenía ocho o diez pilas de lavar semejantes a las existentes en los Baños Árabes .

Aquel aljibe dejó de recoger agua y pasó a ser un oscuro y profundo sótano, haciendo las veces de almacén de aquel alfarero dedicado a la construcción de ánforas o cantaros para el agua.

En aquella casa a parte del matrimonio de ancianos vivían con ellos una hija con su marido y dos nietas fruto del matrimonio de la hija, el yerno hombre muy desconfiado y sin oficio a regañadientes ayudaba al anciano en la alfaharería. 

Aquel anciano comentaba por todo el barrio que tenía un tesoro en sus manos y que a diario comían todos en su casa de él, el yerno pensando que el anciano lo engañaba y lo hacía trabajar sin necesidad pudiendo vivir desahogadamente como marqueses y sin embargo vivían trabajando duramente todo el día, cosa que al yerno lo enfurecía cada día más.  

Cegado por la avaricia que provoca el querer ser rico el yerno obligo al anciano a que le diese parte de aquella fortuna a lo que el anciano le respondía que quiso dársela muchas veces, pero él no la quiso coger por vago. 

Obligando a su mujer entre los dos encadenaron a los ancianos en el sótano donde se almacenaban las tinajas y creyendo que en una de ellas se encontraba el tesoro escondido rompieron una a una todas las ánforas almacenadas en busca del supuesto tesoro y no encontrando nada decidieron dejar al matrimonio encerrados en aquel sótano para que hablasen, pero el anciano repetía y volvía a repetir que quiso darle el tesoro y no lo quiso coger, creyendo que aquello era una burla decidió prender fuego a la casa donde desgraciadamente una de las hijas quiso liberal a los abuelos falleciendo junto a ellos que estaban encadenados.

De aquella historia surgió una leyenda.

En el solar de aquella casa y en los terrenos colindantes donde se encontraba el acueducto, al paso de los años se construyó un colegio, el colegio Ruiz Giménez, colegio que encierra algunos mitos de terror. Pese a la alegría que transmiten los niños durante el recreo, siempre hay rincones oscuros y hechos inexplicables que se repiten periódicamente sin explicación alguna.

Haya en los años sesenta en los pasillos se escuchaban los llantos de la desafortunada muchacha nieta del alfarero pidiendo clemencia para sus abuelos y para ella, incluso se afirma que la vieron pasear por el patio del colegio suplicándole al Sagrado Corazón de Jesús que preside la azotea del, convento, tambien se comentaba que en algunas dependencias del colegio se escuchaba el arrastre de las cadenas de los ancianos pidiendo auxilio.

domingo, 14 de noviembre de 2021

El niño Rosendo

 


El niño Rosendo

Hacía tiempo que Pablo me había prometido que cuando hiciese mal tiempo bajase a por él y que nos íbamos a enterar de lo que era hacer unas buenas migas. El domingo pasado amaneció lluvioso y baje a por él, en cuanto me vio me dijo que lo esperase un momento que tenía que hacer unas cosillas.
Al cabo de un rato apareció Pablo con una bolsa repleta de rábanos argumentando que eran frescos, recién sacados de su huerta.
Una vez en la cocina de mi casa, Pablo se agarró al mango de la sartén y comenzó a remover con la rasera las migas, ya había frito el chorizo los pimientos, los ajos y torreznos.
Con un vasillo de vino en la mano Pablo se asomó a la ventana y con una exclamación dijo:
- Menudo porrazo hay desde aquí al suelo. ¿Cuántos pisos son Miguelillo?
- Contando el bajo, son siete.
- ¿Te dije que estuve un tiempo trabajando en las minas de oxido con tu padre y me pusieron de mote “Barrabás”?
Intentando sacarle algo más de conversación, o queriendo saber algo más sobre él y mi padre le volví a preguntar:
- ¿Barrabás por qué?
-Porque trabajábamos en un pozo con agua y salía de la mina pringado hasta los ojos, menudos cabrones, ponerme a mi “Barrabás”. Miguelillo aquella mina tenía la oficina en la Plaza de Las Palmeras, cerca del Banco Popular en el edificio “Campos Lucha”. Aquel día habíamos subido todos los mineros a cobrar y resulta que el ejército había puesto una mesa en la puerta del edificio para reclutar gente para la aviación, y como reclamo, un paracaidista se subió al tejado del edificio y ante la expectación y asombro de todos, el tío se tiró al vacío con su paracaídas. Que susto pasamos Miguelillo, el paracaídas no se abrió y el tío tuvo la suerte de no matarse, luego los compañeros empezaron con el cachondeo y a meterse conmigo para que me tirase yo.
-Y ¿qué pasó?
-Nada Miguelillo que no se apuntó ni dios de Jaén para los paracaidistas.
Pablo meneando las migas volvió a recordar una vez más que mi abuelo era militante del partido comunista y que su madre siendo él niño le contó que a mi abuelo lo pillaron en una revuelta y lo encerraron un par de semanas en un calabozo con tantísima gente que no tenía ni sitio para mear, y que mi abuela tuvo que ir a hablar con el señorito del cortijo para que mediase y lo sacasen de aquel infierno, ya que las gentes contaban que los iban matando por apellidos.
Pablo comenzaba a hablar y no paraba, y eso que la primera impresión que tuve de aquel día que lo conocí fue de un hombre serio y muy reservado, pero la verdad que cada día me deja más sorprendido con sus vivencias y conocimientos.
Pablo dejó el tema de mi abuelo y mientras pelábamos los rábanos, se lio a contar otra de las suya:
-Fíjate Miguelillo, mi abuela Filomena, tuvo un hijo que lo llamó Rosendo, a los pocos meses de nacer aquel niño murió, luego nació mi madre, y teniendo mi madre diez o doce años mi abuela tubo otro niño, que mi abuelo se empeñó en ponerle de nuevo Rosendo.
Al cabo de ocho o nueve años, la Guardia Civil se presentó en el cortijo preguntando por Rosendo para entregarle la notificación para irse al servicio militar, mi abuela Filomena ni corta ni perezosa invitó a la pareja de Guardias Civiles a que pasasen por las eras del cortijo y señalando a un niño de diez años les dijo:
-Ahí tienen ustedes a Rosendo.
Los Guardias Civiles se quedaron de piedra, tras explicar mi abuela con los papeles oportunos, lo que pasó con el Rosendo que ellos buscaban.
-Bueno Miguelillo yo creo que las migas ya están listas para comer.

lunes, 1 de noviembre de 2021

-Juan el zapatero

 


 

En unas de aquellas charlas que mantuve con Pablo me estuvo contando que para entretener a los ancianos había estado en la residencia unos cuenta cuentos que hicieron una pequeña obra de teatro y Pablo aquel día estava muy contento y feliz, según él, le había encantado la historia de “Juan el zapatero”.

Pablo cogió a mi hija de la mano y nos dijo:

-Venid que os la voy a contar y veréis como os vais a divertir y reír.

Pablo comenzó su relato diciendo que uno de aquellos señores se vistió de fraile, otro de zapatero remendón, y el tercero de notario y había un cuarto personaje llamado Mariano que se pasó todo el tiempo muerto en una camilla que pusieron en el escenario.  

Prosiguió diciendo que aquellos señores le dieron una pequeña charla para poder situarlos en un pequeño pueblo de Jaén donde vivía un terrateniente muy, muy rico, el hombre según contaban no tenía descendencia su mujer hacía años que había muerto y se desconocía si tenía familia el caso que unos frailes de un convento muy cercano a su casa se hicieron cargo del rico anciano.

Pablo contaba que el personaje que hacía de fraile le venía como anillo al dedo ya que tenía un buche bien repleto y unos carrillos que sin estos pintados relucían con un lustroso brillo.

Con un temple espectacular narraba aquello como si fuese algo verídico, aunque podría tener algo de verdad. Contaba que el Fraile le insistía con muy buenas palabritas al señor Mariano una y otra vez en que le dejara, a ellos todas sus riquezas y propiedades, pero el señor Mariano no cedía o no se fiaba de la constante petición de los frailes.

Muy a pesar de los frailes aquel hombre enfermo agravo hasta el punto de que un día amaneció muerto sin hacer testamento, y mucho peor sin dejarle nada a ellos que se sentían ofendidos por el tiempo que estuvieron cuidándolo. entonces los frailes empiezan a pensar y darle vueltas a la cabeza de como podían hacerse con aquel capital tan codiciado por ellos. Muy cerca de aquel convento vivía un zapatero llamado Juan el que tenía un parecido tremendo al señor Mariano el pobre difunto, por lo que los frailes encontraron la solución, y fueron a hablar con el señor Juan el zapatero y le plantearon con buenas palabritas el chantaje que pensaban hacer y darle a él un dinerillo a cambio de hacerse pasar por un momento por el señor Mariano, y redactar ante notario el testamento, dejando todo a nombre de ellos.

El zapatero aceptó a la primera y se pusieron manos a la obra. Los frailes llevaron al zapatero a la casa del sr Mariano, lo metieron en su cama y llamaron al sr notario para hacer el testamento. Al zapatero le insistieron que fingiéndose estar enfermo grave, algo que el zapatero hizo a las mil maravillas delante de aquel notario que se tragó el buen papel que hizo Juan el zapatero y empezó a interrogar: Sr Mariano, a quien le adjudica la finca, El madroño, el enfermo responde, se la dejo al señor Juan el zapatero porque es muy pobre, y el notario continúa, para quien es la propiedad llamada el pino, esa también para el señor Juan, respondió el paciente.

 

Pablo nos contaba que el fraile se estaba poniendo a punto de reventar, pero había todavía una tercera finca, se trataba de una hermosa viña de cuatro hectáreas muy productiva, y cuando el notario preguntó el enfermo respondió que se la regalaba a los frailes. Esto ya le calmó los nervios a los frailes, porque al fin ya contaban con algo, pero se la regalaba con la condición que la tienen que cavar y podar en Enero, y las uvas que dé serán para el señor Juan el zapatero, en este momento los frailes cogieron puerta diciendo, No queremos viña ni queremos, Ná. Siempre trabaja en su daño, el astuto engañador aun engaño hay otro engaño, y a un pícaro otro mayor.