Ecos del Santo Reino se crea con la única intención de darme a conocer, solo pretendo poner una pincelada más al patrimonio literario de mi querida tierra Jienense.
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lunes, 12 de marzo de 2018

Mi profesor Don Vicente


Las palabras no son capaz de describir tantos sentimientos guardados, a lo sumo un esbozo desdibujado de un instante vivido, colores, olores, imágenes de un pasado muy, muy lejano.
Dicen que el recuerdo es el cimiento de nuestras actuales vidas, quizá sea cierto, cada día que pasa, aquellas imágenes vuelven a mi vida llenas de añoranza de una niñez y una juventud perdida en el transcurso del tiempo, ese tiempo que implacable, inexorable avanza sin que nada pueda detenerlo.
Tras la cantinela de la tabla de multiplicar, de los renglones de caligrafía, de los dictados y los dibujos pervive el recuerdo de un maestro. El que nos enseñó a leer en la cartilla formando palabras con las sílabas: ‘to-ma-te, mi ma-má me mi-ma’. El que nos ayudó a descubrir los misterios de la naturaleza y despertó nuestra fantasía con sus relatos.
Los que nacimos en plena dictadura recibimos una formación escolar, media filtrada por la ideología de quienes detentaban el poder. La historia contada por los vencedores que a diario nos hacían cantar el cara al sol y prietas las filas. El maestro escribía cada día en la pizarra fecha, lema y consigna. En nuestros dibujos un sol siempre saliendo por montañas lejanas. Y siempre con un mismo lema, una, grande y libre.
Siendo Don Manuel el sustituto de Don Andes como director del colegio llego Don Vicente como profesor o maestro como nosotros los niños de antaño lo llamábamos
Con Don Vicente pasé quizás mi mejor año escolar fue el primer año que pise la segunda planta de esta escuela en una aula o clase amplia y clara, llena de la alegría que le regalaban a raudales los grandes ventanales. A ellas daba la fila de pupitres entre los que se encontraba los que yo ocupé, muy cercanos siempre a la mesa del maestro donde los rayos del sol penetraban y aprendí a leer el horario solar según la posición de los rayos, aprendí el tiempo de clase transcurrido, lo que faltaba para el recreo y las salidas; y la profundidad de los rayos del sol fueron enseñándome el ritmo de las estaciones con mágicas marcas amarillas, con sus distancias mudables, en el suelo.
De lo que aprendí ese curso ya no me acuerdo, pero si puedo asegurar que anterior mente no había aprendido nada de nada de nada. Con la llegada de Don Vicente todo cambio en mi aprendizaje, quizás sus métodos más suaves y su infinita paciencia que me permitió nuevos aprendizajes. Sé cuánto me podía la curiosidad por lo que guardaba la enciclopedia; sobre todo sus historias y dibujos, la música de los versos y las moralejas de las fábulas. Mi fantasía me traía y me llevaba entre las páginas de los libros que encontré en aquella clase de Don Vicente, ganándome ya siempre para la lectura. Muchas enseñanzas que encontré en ellos, los rótulos de algunas lecciones y las estampas que las ilustraban me han visitado a menudo coloreadas de melancolía. Las tareas escolares de entonces las tomé más como desafío que como obligación. El deber y el esfuerzo que me exigían me estimulaban del mismo modo que las reglas, a veces tan estrictas, de los juegos infantiles que llenaban mis horas de asueto. Detrás de las dificultades que vencía y de los retos que superaba la confianza en mí mismo. Junto a estas sensaciones, de la película del que fue mi último año en la escuela, perviven nítidas otras escenas que me hacen añorar una época irrepetible, al finalizar el curso Don Vicente murió dejando huérfana a toda una clase que logro enderezar con un simple buenos días niños

2 comentarios:

  1. Al menos tienes un buen recuerdo de un buen maestro algo muy importante. Yo lamentablemente no tengo ningún buen recuerdo de ninguna de las monjas del colegio donde estudié,nos trataban muy mal, pero no nos hacían cantar el Cara al Sol aunque todos los días al terminar las clases nos despedíamos rezando el Rosario algo que me parecía normal y que no lo reprocho pues en mi casa también lo rezábamos con mis padres y hermanos.Saludos cordiales

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  2. Recordar es vivir.....y hay que seguir viviendo para recordar....ya sea bueno o malo....saludos

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