Ecos del Santo Reino se crea con la única intención de darme a conocer, solo pretendo poner una pincelada más al patrimonio literario de mi querida tierra Jienense.
Las imágenes que uso en este blog son tomadas de Google, en caso de que alguien se sienta invadido por favor hágamelo saber que serán retiradas de inmediato.




martes, 26 de marzo de 2019

El ermitaño




Hace algún tiempo me contaron una leyenda sobre una ermita, un ermitaño, un crucifijo, un rico, un pobre y un muchacho.
Aquella leyenda, hablaba de un hombre que ahora no recuerdo su nombre y que su misión era cuidar una capilla que había en medio del campo. A ella, acudía la gente a orar con mucha devoción. En esta capilla había un crucifijo muy antiguo. Al que la mayoría de la población acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro. El Cristo no paraba de hacer milagros.
El anciano ermitaño después de tantísimos años al cuidado de la ermita quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un sentimiento generoso. Se arrodillo ante la cruz y dijo :Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz.​ Y se quedó fijo con la mirada puesta en aquel crucifijo esperando con ansias la respuesta. El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:​ Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición.​​
¿Cual, Señor? preguntó con acento suplicante el viejo ermitaño. ¿Es una condición difícil? ¡Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor!​​
Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de quedarte siempre en silencio.​​
​El anciano ermitaño contestó: Te lo prometo, Señor.​​
Y se efectuó el cambio. Nadie pudo apreciar el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz. Y éste por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada.​​
Un día, llegó un rico, después de haber orado, dejó allí olvidada su cartera. El anciano desde la cruz lo vio y calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió de la cartera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje. Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho que estaba orando se la había apropiado.​
El rico enfurecido se volvió al joven y le dijo: ¡Dame la bolsa que me has robado!. El joven sorprendido, replicó: ¡No he robado ninguna bolsa!. ¡No mientas, devuélvemela enseguida!. ¡Le repito que no he cogido ninguna bolsa! afirmó el muchacho. El rico arremetió, furioso contra él.​
En ese preciso momento sonó entonces una voz clara y fuerte: ¡Detente!​
El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. el anciano desde la cruz ya no pudo, permanecer en silencio, gritó, defendió al joven, increpó al rico por la falsa acusación. El hombre quedó anonadado, perplejo, y salió de la capilla corriendo. El joven salió también estupefacto por lo que había visto y porque tenia prisa para emprender su viaje.
Cuando la capilla quedó a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le dijo: Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio.​
Señor, - dijo el anciano ermitaño
- ¿Cómo iba a permitir esa injusticia?.​
Se cambiaron los oficios. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz. El Señor, siguió hablando:​
Tu no sabias que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer.​
El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero, pues su familia estaba pasando por una hambruna terrible e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de naufragar el barco y él ha perdido la vida. Tú no sabías nada. Yo sí. Por eso callo. Y el Señor nuevamente guardó silencio.
El que Dios no nos dé siempre lo que le pedimos, no quiere decir que no nos haya oído.

2 comentarios:

  1. Una leyenda preciosa con una estupenda lección denque debemos de confiar siempre en Dios.Saludos

    ResponderEliminar
  2. Preciosa leyenda!!, da mucho que pensar, saludos.

    ResponderEliminar