Ecos del Santo Reino se crea con la única intención de darme a conocer, solo pretendo poner una pincelada más al patrimonio literario de mi querida tierra Jienense.
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jueves, 2 de septiembre de 2021

Noche de estrellas y suspiros



Pablo me insistió que quería pasar, quizás, la última noche en la casilla, ya que nos habíamos enterado de que toda aquella zona la echarían abajo para la construcción de la autovía. Con la cosa de pasar una noche en el campo mis hijos decidieron acompañarnos, preparemos unos sacos de dormir, unos esterillos, unos bocadillos y algunas bebidas.
Al llegar al montículo donde estaba la casilla lo primero que hicimos fue montar una especie de campamento, buscar leña, encender una hoguera y nos instalemos alrededor de ella. Pablo fue explicarle por encima a los niños tal como estaba aquello en los años 30 y 40, cuando él y mi padre correteaban por todo aquello (haciendo una pausa y con su cigarrillo en el labio) Pablo se sentó en la piedra que había de escalón de la casa y cambiando de tono comenzó a narrarles a los niños lo que sus ojos vieron desde allí siendo niño. Les contó que el 1 de abril de 1937, en el transcurso de la Guerra Civil asomaron cinco aviones por lo alto del castillo haciendo un ruido espantoso tan espanto y terrorífico como la matanza que hicieron. Pablo agachó la cabeza y les dijo: “aquella masacre la ordenó Queipo de Llano, que no se os olvide este nombre”, y remató diciéndoles: “Dios quiera que aquello jamás vuelva a suceder”. Desde allí se apreciaba estupendamente Jaén y sobre todo el Castillo de Santa Catalina, que con sus luces embellecía la noche jaenzana y entristecían los ojos de aquel hombre que tenía la mirada ausente, como huida de un semblante frío e inexpresivo. Su figura, sus ademanes y sus movimientos que hacia escasamente unas horas impresionaban por querer inundar de entusiasmo y vitalidad al trozo de tierra dende nos encontrábamos, pero después de recordarnos aquel 1 de abril, no transmitían más que compasión, una leve pena. Me hubiese gustado saber qué es lo que pasaría por su mente en aquellos momentos, momentos que se inundaron de un tremendo silencio.
Después haber cenado y escuchado a Pablo hablar de “sus batallitas” (como decían mis hijos) decidimos acostarnos escuchando los grillos y mirar el precioso cielo estrellado de Jaén.
Sobre las dos o tres de la madrugada Pablo con varios toques en el hombro me despertó:
-“Tranquilo Miguelillo” escuché susurrar levemente a Pablo.
-¿Qué pasa te has puesto malo? Le conteste con gesto de preocupación.
Pablo con un gesto me indico que lo siguiese y bajando a lo más bajo del carril me dijo:
_Aquí fue la última vez que vi a mi hermanilla y a Luis el “Duende”, aquel día había venido a cobrarle al señorito un trabajillo que le había hecho algunas noches antes, Pablo me dio en que pensar y con una sonrisilla me dijo:
_ No es lo que tú te piensa bribón. Pablo se sentó en un madero que había cortado el paso hacia la casilla y me dijo:
_Siéntate aquí que te cuente: toda la familia del señorito era de Izquierdas y ricos y habían llegado huyendo Dios sabe de dónde y se escondieron en el cortijo, con ello trajeron varios mulos y un carro con todas sus pertenencias, bueno casi todas, se traerían lo principal y las alhajas, ropajes, cuberterías de plata, documentos de sus tierras y enseres de muchísimo valor. El señorito sabedor de la historia de él y de donde se escondía el “duende”, con picardía le dijo a mi madre que si el “Duende” le hiciese un favor muy grande ellos les facilitaban la salida de España llevándolo a Portugal y pagándole el pasaje a América.
Pablo me dijo que todo aquello se lo había dicho Luis el “Duende” de su propia voz, me dijo que le dieron un saco bastante pesado que cargo en la borriquilla que tenían ellos, le dieron la descripción de un nicho del cementerio de Jaén, y que ya habían allí preparado, un saco de yeso en una esquina y una cántara con agua, el solo tendría que ir por la noche, quitar la lápida esconder el saco dentro del nicho y volver a dejar todo como estaba.
Al otro día del bombardeo mi madre decidió subir a Jaén, a casa de la tía Eufrasia, por si les habían pasado algo a ellos y por una de aquellas calles se encontró con un desalojo salvaje que al grito de Viva España arrastraban del pelo a una familia, ya ves Miguelillo, como si España fuese de ellos, mi madre decía que los tiraron al suelo y los patearon como si fuesen perros, menudos salvadores tuvo España.
Aquella noche, apenas dormimos Pablo no paraba de hablar y hablar, y para no despertar a los demás, decidimos dar un paseo por aquel oscuro camino hasta llegar a la carretera, ya a las afueras del cortijo.
A pesar de ser agosto aquella noche se empezó a cerrar y sólo se escuchaba el sonido del viento entre las ramas de los árboles, apenas habíamos dado cuatro pasos unas luces aparecieron vibrando a lo lejos, aunque cada vez más cerca hasta que llego a nuestra altura y bajando el cristal asomo la cabeza por la ventanilla y pegando un silbido murmuro: - ¿Qué pollas haceisssss?.
Pablo a continuación me dijo:
- Mira Miguelillo el del descapotable y se pensará que somos mariquitas, jijijiji

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