Ecos del Santo Reino se crea con la única intención de darme a conocer, solo pretendo poner una pincelada más al patrimonio literario de mi querida tierra Jienense.
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lunes, 1 de enero de 2018

Recordando a Pablo III




¡Cuánto echo de menos al amigo  Pablo!, parece que lo estoy viendo con su caminar, con su paso firme.  Nunca le sobraban las palabras. Era un hombre introvertido, agarrado a sus pensamientos, absorto en los recuerdos que le habían ido dejando una vida larga y llena de dificultades.
Recuerdo que un sábado por la tarde  bajé a la residencia y lo encontré en los jardines sentado, todo emocionado escuchando una corrida de toros por el transistor. Lo acompañaban sus recuerdos y el humo del tabaco. El cigarrillo formaba parte de su personalidad como un trozo de su cuerpo, estaba tan hecho a él que tenía un surco entre los dedos y una mueca en los labios. Fumó desde que era un niño,  sin tregua, con esa clase de eternos fumadores que tenían los hombres de antaño y como tal nunca se miró a un espejo: 
-Pablo, ¿qué haces?
-Aquí, toreando.
-Toreando.
-Si toreando, yo es que toreo con la vista.
-¿Sabes Miguelillo, que el tío Pablete, mi padrino, era torerillo? Se dedicaba a ir por los pueblos dando novilladas, mi madre decía que era el más  rebelde, el más rojillo de  la familia.  aun andará en alguna cuneta enterrado, él quiso continuar la guerra con la guerrilla. No sé si por amor de hermana, pero mi madre siempre nos dijo que  era el más guapo de todos mis tíos.
-Su buen porte de joven le valió en Jaén el apodo del "Chulapo" porque después de torear en un pueblo de Madrid llegó a Jaén  vestido con un impecable traje de chaqueta y un envidiable aspecto. ¡Menudo era mi tío!, tenía alteradas a todas las mozas. 
-¿Entonces no supisteis nada más de él?
-Que vaaaa, mi madre preguntó, y le comentaron que lo pillaron y lo fusilaron.
-¡Madre mía, que dura fue  la guerra!
-Escucha lo que te voy a decir Miguelillo, teniendo yo unos diez o doce años estábamos al comienzo de la  guerra y mi padre, a pesar de sus ideas, decidió no ir a luchar por voluntad propia pero al mismo tiempo fue obligado a luchar con el bando republicano.
-Contaba mi padre que el día a día era muy duro, que la gente vivía con miedo, con inseguridad, que parecían nómadas, que se escondían en las cuevas del castillo y eso no era vivir. Los campos no daban cosechas y la poca que había se la llevaban los soldados, una vez los nacionales y otras los republicanos y él se veía obligado a robar en las huertas colindantes.  
-Ese año por Navidad  fuimos a ver al “duende” el que estaba escondido en el sótano de la Eufrasia  y me dijo que él conoció a Franco,  decía que tampoco era tan malo como lo pintaban, que tenía sus propias ideas, que era de mente cerrada, cazurro y muy de lo suyo, también decía que fue muy cabrón al  bombardear Jaén, aquel día decidió  desertar.
­-Aquella noche del 24 de  Diciembre fue demasiado  larga y fría, casi toda la familia cenemos  en casa de la tía Eufrasia.  Tu padre y yo, que éramos los más pequeños,  nos fuimos a la cama , después de la cena. A pesar de estar en guerra y haber tanta hambre, no sé de dónde sacaron un “choto”, tus abuelos lo cocinaron en el cortijo, para que no oliese y los vecinos no le diesen a la lengua. 
-Después de la cena, los hombres decidieron salir a tomar unas copas por la Magdalena y el “duende” se empeñó  en irse con ellos: con mi padre, tu abuelo, tu tío Juan de Dios y el tío Pedro, hermano de tu abuelo.  
-La verdad que no se a la hora que vinieron los hombres, pero me despertaron unos lamentos y un quejido, que nunca se me olvidará, di un salto de la cama y tu padre ya estaba mirando por la ventana.
-¿Que pasa Ramón?  shhhh, calla, calla, habla despacio. 
-En aquellos momentos  vimos una silueta que  arrastraba los pies, como si  llevaran una losa encima, no podían con su alma, aquella silueta  cayó al suelo en la mismísima puerta de la casa y pidiendo auxilio. Y en voz baja pedían que le ayudaran.
-En la sala baja de la casa se murmuraba que era el “duende” el que pedía auxilio pero todos tenían miedo por si acaso era una trampa y acababan todos en la cárcel.
-Miguelillo, en aquella casa, todos eran comunistas, hasta las mujeres que tenían un par de cojones, ya que  dos de tus tías estaban en la guerra.  Eran tan angustiosos los quejidos que se oían, que pudieron más que las consecuencias que pudiera tener, apagaron la luz y muy despacio fueron abriendo la puerta de la calle y como a un metro de distancia, delante de la casa, había un hombre tirado en el suelo. Tu abuelo que era un borrico lo cogió  de un puñado, se lo echó al hombro y lo entró en la casa. Tenía la cara y el cuerpo desfigurado, machacado por los golpes, estaba sangrando mucho. Como pudieron lo bajaron al sótano donde él tenía su escondite y lo tumbaron en su cama, tu abuela en aquel momento murmuró:
-Sacad a los chiquillos de aquí, que no vean estas cosas.  
 -¡déjalos –dijo mi padre- y que vallan sabiendo lo que es la vida!  
 - Cuando le quitaron la camisa parecía un santo cristo, tenía todo el cuerpo morado por los golpes que le habían  propinado con tanta saña. El tío Pedro murmuró:
- Esto es cosa del tendero, esto es cosa del tendero, me cago en “tos” sus calostros.
-Nosotros nos arrinconemos y los demás murmuraban de venganzas y no sé de qué cosas más, entre todos lo lavaron y curaron y le preguntaban que quien había sido. Él entre lenguas le decía que no sabía quién eran, ni qué le había pasado, no  se acordaba de nada, solo repetía y volvía a repetir que había estado en la calle Cruz Verde y que mañana vendrán a por todos vosotros. 
-Aquella noche de navidad fue demasiado agitada, tu abuelo se volvió a echar al duende al hombro y en la oscuridad de la noche  todos los de la casa nos fuimos calle abajo hasta llegar al Arrabalejo donde vivía un familiar de tu abuela Josefa, imagínate aquel familiar era guardia de asalto y según tu abuelo tenia porque callar. 
-Aquella familia solo murmuraba en el lio que lo estábamos metiendo.    
-Rápidamente lo acostaron y lo dejaron descansar, al otro día cuando despertó, estaba muy desorientado, no sabía dónde estaba, al intentar levantarse, se mareó y cayó, poco a poco fue tomando conciencia de lo que le había pasado y la abuela le dijo dónde estaba, y lo grave del suceso.
-Le volvió a curar las heridas, le dio un poco de sopa caliente para que recuperase las fuerzas  ya que estaba muy débil, cuando  se había recuperado un  poco, comenzó a relatar lo sucedido, pero todo lo suyo era que quería abandonar el país, que nuestras vidas  corría peligro si él estaba entre nosotros.
-Date cuenta Miguelillo, el “duende” era prófugo de los Nacionales y lo buscaban como aguja en un pajar.
-En aquella casa estuvimos unos días escondidos, aquella familia vivían sin preocupaciones y todo lo suyo era murmurar, en el lio que los habíamos metido.
-Al cabo de unos días apareció tu abuelo con una bestia lo cargó y lo bajaron al cortijo.

1 comentario:

  1. Vaya historia tan triste.No hay nada más cruel que una guerra, Dios quiera que la humanidad lo entienda y se dedique a planificar una paz que dure para siempre. Saludos y FELIZ AÑO NUEVO

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