Ecos del Santo Reino se crea con la única intención de darme a conocer, solo pretendo poner una pincelada más al patrimonio literario de mi querida tierra Jienense.
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domingo, 24 de marzo de 2019

El mendigo y la ermita

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Mientras movía y removía las migas, mi suegro me dijo:
- Miguelillo, a ti que te gustan estas cosas tenemos que ir cualquier domingo a Pancorbo, un pueblo precioso.
-¿ Y eso donde está? -le respondí. ​
He de confesar que, al recordar este tema, se me pone el vello de punta y se me nublan los ojos de emoción ya que mi suegro me quiso como se quiere a un hijo y me trató como tal. ​​
Mientras seguía removiendo las migas me dijo:
-Eso está ahí mismo en Burgos a unas tres horas en coche, he de alegar que estábamos en Madrid. ​​ ​​
Al domingo siguiente toda la familia madrugamos y cogimos el coche con el abuelo al frente del volante, yendo directamente sin hacer ningún descanso hasta Pancorbo, donde echamos parte de la mañana visitando sus calles, plazas y monumentos. Al medio día comimos en un mesón que ahora no recuerdo el nombre y en el que nos recomendaron visitar una pequeña ermita, que está dedicada a Nª Sra. del Camino. ​​
Al llegar a la ermita comprobamos que estaba cerrada a cal y canto , también quiero decir que había bastantes fieles fuera rezando una especie de novena o romería. ​​
A través de la reja que hay en la puerta, se vislumbraba en la penumbra la venerada imagen de la Virgen, con flores, velas, y algunas monedas esparcidas por el suelo que tienen a bien echar los devotos de aquella imagen como ofrenda, junto con sus plegarias. ​
Un señor de los asistentes en aquel momento dijo.​​
- Las monedas que son para la Virgen, como si la virgen necesitase de nuestra calderilla, en aquel momento otro señor anciano y peregrino le respondió.​
_! Pues sí, la necesita, a la vista está en la historia del mendigo de Pancorbo.​​
Una vez que se fue el primer señor le pregunte al anciano.​
-Que es lo de la historia del mendigo. ​
Aquel anciano muy atento y un claro acento castellano me dijo.​
-Hace décadas mendigaba por estos parajes un anciano pobre. Con humildad iba pordioseando, de puerta en puerta, una limosna y, cuando se la daban, agradecido besaba el mendrugo de pan que le ofrecían para saciar su hambre, y cuando no rezaba una oración por los de casa. Pobre pero honrado, amable y educado... era estimado por todos los vecinos por su carácter agradecido ¡Nunca había dado que hablar el mendigo de Pancorbo, ni un mal modo ni un desaire!​
Un buen día le encontraron muerto en su choza destartalada chabola. Llamaron al cura, quien tras rezar un responso, dispuso de sus escasos enseres. Tan apenas un bastón con la punta ennegrecida, una lata de pez y un añoso zurrón, donde -entre miajas- había un pequeño cuadernillo viejo y manoseado junto a un pequeño lapicero. El sacerdote lo abrió y leyó: - Día 3 de enero de 1931: “Le tomo prestados a la Virgen dos reales”. Día 22 de Febrero de 1931: “Le debo a la Virgen lo que me prestó”. Día 28 de febrero: "Cojo tres gordas a la Virgen". Día 14 de Marzo: “Le devuelvo lo que le pedí y la adelanto a la Virgen un real”… Y así seguía su peculiar apunte relacionando los préstamos y devoluciones: “Debo a la Virgen…” “La Virgen me debe…”​
Le volví a preguntar al anciano.
-Que significa todo aquello de le debo y le pago a la Virgen, ​
el anciano me volvió a responder. ​
-ES que aquel buen hombre, pobre pero honrado, cuando arreciaba el crudo invierno y las limosnas eran escasas…, sin que nadie le viera, introducía por la reja de la ermita su bastón embadurnado de alquitrán en la punta y así recogía las monedas que se pegaban a él de entre las que estaban esparcidas por el suelo. A la vista está -porque lo canta su libreta- que sólo lo hacía en caso de extrema necesidad y con el firme propósito de devolverlas en cuanto posible le fuera. ¿Acaso negaría la Madre a sus hijos más necesitados lo que necesitasen? Sabedor el buen mendigo que aquellas monedas eran empleadas en el culto de la ermita (flores, cera, manteles, Misas...) ¡con qué interés afinaba sus apuntes de deudas! Cuánta delicadeza...​
El anciano acabo su historia diciendo.​
-El cura pasó con ligereza aquellas viejas hojas hasta dar con la última anotación, escrita justo el día anterior. En el último apunte contable, que había hecho el mendigo, figuraba escrito: “Devuelvo cuanto le debo ¡Estoy en paz con la Virgen!…” En paz con la Virgen murió…

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