Ecos del Santo Reino se crea con la única intención de darme a conocer, solo pretendo poner una pincelada más al patrimonio literario de mi querida tierra Jienense.
Las imágenes que uso en este blog son tomadas de Google, en caso de que alguien se sienta invadido por favor hágamelo saber que serán retiradas de inmediato.




martes, 22 de agosto de 2017

Recordando a Pablo


Hace aproximadamente un año que Pablo murió y no se me va de la cabeza, muchas veces siento la necesidad de hablar con él y que él me cuente cosas de aquellos tiempos, de aquellos cortijos y aquellas vivencias las cuales siempre las contaba con su peculiar lágrima en su ojo.
El último año de su vida envejeció muy rápidamente, caminaba lentamente, apoyado en su bastón cuando bajábamos al cortijo sus arrugas parecía que tenía la misma antigüedad que las piedras gastadas que pisábamos. El pelo cano, cubierto por su viejo sombrero negro, del mismo color que la roída chaqueta la cual jamás consintió que se la cambiásemos por otra nueva. Las manos ásperas, llenas de callos, escritas de infinidad de cicatrices, producto de una larga vida de empuñar otro astil de madera, no el que ultimadamente era su apoyo fiel. Su cuerpo era enjuto, pero fibroso, a un quedaba el recuerdo de su vigorosa juventud, era como la imagen de su querido cortijo el cual desde la loma más alta se distinguía perfectamente nuestro querido Jaén.
Pablo siempre estaba filosofando y cuando lo llevaba al cortijo era una enciclopedia hablante:
-Cómo cambian los tiempos Miguelillo, como cambian, en casa nunca tuvimos luz, ni nevera, ni televisión.
- Si supieras los días que pasé aislado en este lugar, sin más compañía que un buen fuego, mi perro y mis recuerdos.
- Si supieran las semanas y semanas que tuve que comer el pan duro mojado en leche y tener que acostarme cuando la noche comenzaba a caer en invierno.
Pablo se sentó, apoyando su dolorida espalda contra la desconchada y rugosa pared de su casa, cerró los ojos y haciendo balance de todo lo que había vivido a lo largo de sus noventa y algunos años me dijo.
- Es cierto que he tenido carencias, pero creo que nadie habrá sido tan feliz como yo, cuanto ha cambiado la vida Miguelillo.
Recuerdo que en aquel momento el viento caprichoso y juguetón se arremolinó cerca de Pablo y como si fuese una hoja le arrebató su sombrero y lo revoló como si fuese una cometa.
-Corre Miguelillo que no se pierda que es el que me trajo tu padre de Alemania.
Esta frase la decía casi a diario, coda vez que se ponía el sombrero en mi presencia me recordaba el dicho, pobre hombre.
En fin, hoy decidí subir solo al cortijo y a lo lejos pude distinguir a un hombre de cierta edad que bajaba por el camino montado en su burro con su perro, por un momento pensé ver a Pablo o sería Pablo, el corazón se me aceleró y el cuerpo me dio un vuelco cuando pasó a mi altura el hombre del borriquillo me dio los buenos días con un “Dios os guarde” el perrillo se limitó a ladrarme, el hombre dando media vuelta dijo, calla” Lucero” mientras aquellas tres figura se fueron perdiendo del paisaje, se difuminaron y mimetizaron como si fuesen parte del cuadro al que yo solo estaba mirando.
Cuanta soledad y cuanto aislamiento en todo aquel entorno, pero lo más triste lo más doloroso era el abandono tan tremendo que quedaba en los cortijos de aquel entorno donde Pablo y mi padre fueron niños y mozuelos como él le decía a la juventud.
Hoy me sentí a gusto, fue un día tan especial como todos los pasados, como todos los que pasé al lado de éste grandísimo hombre que cada día que le regalaba la vida le hacia una muesca de existencia a la madera de su viejo bastón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario